Me echaron de casa, y lo que más me dolió es que el perro ni se inmutó. Años sacándolo tres veces al día, ese desagradecido. De mis hijos podía esperarlo, pero de Pitu no.
A las penas puñaladas. Me trasladé al piso de mi hermano que estaría fuera hasta enero. Ni tan mal. La primera noche me sentí solo, duró lo que tardé en elegir serie y abrir una cerveza. ¿Qué es lo que oigo? ¿Silencio se llamaba?
Mi mujer me llamó a los pocos días, me hice el loco. Me envió una foto del perro con cara lastimera. Cambié de número de teléfono.