Si los pájaros te miran extrañados devuélveles la mirada. Sin miedo. No hay nadie más extrañado que tú. Explícales que todo empezó con un picor en la espalda, que te salieron unos bultitos, que las protuberancias se convirtieron en alas y que tu tamaño se redujo al de una naranja. Que de repente te viste dentro de la jaula, con unos compañeros de piso de otra especie, comiendo alpiste. Tú, el paladar más exquisito de la familia.
Y los pájaros te miran, y no entienden. Y tú los miras, y no entiendes.
Lástima que reforzaste la puerta de la jaula para que no pudieran abrirla desde dentro.